martes, 7 de septiembre de 2010

Mi noche triste - 1er. premio Municipalidad Cañada de Gómez

MI NOCHE TRISTE
- >La guitarra, en el ropero/ todavía está colgada. Nadie en ella canta nada/
ni hace sus cuerdas vibrar - Esa vez vinieron García, el Topo y Pereda, ¿te conté, Anita?
- Si, ya me contaste, papá – Anita se corrió el flequillo negro de los ojos, y siguió con el diario.
- El Topo salió con dos dientes menos, del esquiafo que le pusieron de zurda, la boca le sangraba tanto que pensamos que había sido un golpe interno. No, no era García, creo que era Albariños que vino esa vez. Porque la pelea fue por la novia de él, ¿te conté?
- Si, ya me lo contaste mil veces, fue García, no Albariños.
- Ah, sí, García. Era muy linda la novia, tenía…
- Unos ojos así de grandes y el pelo enrulado. Lo podríamos contar a coro, papá – Anita levantó las cejas, y los ojos al techo.
- Sí, cómo te acordás, parece que la hubieras conocido.
- Me lo contaste un montón de veces, papá. ¿Me dejás terminar de leer el diario, que me tengo que ir a las 9?
- Sí, perdón, nena, es que me acuerdo como si fuera hoy de esa pelea. Los de la barra éramos muy unidos, inclusive habíamos pensado hacer un conjunto de tango, porque yo cantaba muy bien, ¿te conté?
- …
- No me contrataban porque cantaba el Cholo Antúnez, amigo del dueño, que estaba de novio con tu madre en esa época. Era hermosa tu madre, tan rubia. Éramos los únicos rubios de la barra, nosotros y el Tano Passerini. Yo ya le había echado el ojo, y ella también me miraba, pero había que tener cuidado, el Cholo era bravo, de andar con cuchillo. Un negro grandote, con una mancha negra al lado del ojo, un pirata con parche parecía. Cuando cantaba Mi noche triste, las parejas no bailaban, lo escuchaban con la boca abierta, lo aplaudían, le pedían bis. “Percanta que me amuraste/ en el umbral de la vida/ dejándome el alma herida...
- Shhhh!
- Guarda que yo cantaba bien, pero él era amigo del dueño. Cuando tu madre le colgó la galleta, el quía desapareció. No lo habrá podido aguantar, y yo, que no era ningún gilastrún, y, así como me ves, tenía mi pintusa, enseguida le hablé. Era lo que ella estaba esperando. Decí que las cosas después se apuraron cuando quedó embarazada, así que nos fuimos a vivir a lo de mi vieja.
- Si, y la abuela no la quería a mamá, así que nos tuvimos que mudar cuando nací. Ya está, papá, ya te lo resumí, me tengo que ir. Cerrá bien, preguntá quién es si llaman.
Ana se mira en el espejo, se saca el flequillo de los ojos, se pone un poco más de maquillaje para disimular la mancha oscura, y se va a trabajar. Cierra la puerta y suspira.

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